sábado, 3 de septiembre de 2011

Milites Christi

La campaña en cuestión se desarrollará utilizando algo parecido a la tercera edición de Aquelarre, que de paso testeamos, aunque el mundo/entorno no sea el propio del juego (directamente).
Como ya viene siendo habitual en mis partidas, la cronología utilizada, así como los hechos que se narran (en los que los pjs se ven implicados) no serán al 100% verídicos ni fidedignos, tanto en su acción como en el momento en que se  desarrollan. Pero bueno, si Hollywood puede pasarse la historia por el forro en una superproducción…¿Porqué yo no?

La partida comienza con los pjs llegando al puerto de Jaffa, fortaleza en Ultramar (me gusta más ultramar que el Outremer que vengo leyendo, sin saber si realmente significa lo mismo) en el año de nuestro señor de 1176. En este momento de relativa calma entre los cruzados y los musulmanes (Ha pasado la Segunda cruzada, al menos en su primera parte, y Saladino ha tenido problemas con Nur ad din, con lo que firma una paz incómoda con los cristianos) rige los destinos del reino de Jerusalén el regente Raymond de Trípoli, tras la muerte del Rey Amalric, aguardando que en el 1177 tome posesión del trono el jovencísimo Rey Balduíno V a sus 16 años.
Los Pjs, pertenecientes todos a los reinos peninsulares, (esto no era lo que yo pensaba, ya que prefería que fuesen europeos, que fueron los que participaron en la primera cruzada, ya que en lo que luego sería España tenían bien que batallar sin irse tan lejos, pero bueno, cosas de ellos.) llegan a Tierra Santa por diferentes motivos, aunque la mayoría con intención de purgar sus anteriores pecados y faltas en Europa.
Tiberias y parte de la guardia de Jerusalén
Una vez allí, y aunque se habían conocido ya en el barco desde Mesina, estrechan amistad en torno a la misa que oficia el Padre Recaredo con motivo de su llegada tan cerca de los Santos Lugares. Es en esa ceremonia improvisada donde se les une Tiberias, uno de los señores de Jerusalén, que, aunque no se le ve excesivamente pío, se interesa por esos extraños cruzados que llegan de un lugar de donde tan pocos vienen. En Jaffa, verán a personajes tan estrambóticos como Pedro el Hermitaño y sus monjes mendicantes llamando a la cruzada, Guy de Lusignan, maestre de los templarios y fugazmente a Godofredo de Bouillon, que se embarca con sus hombres hacia Europa. El padre Recaredo habla de ciertas cosas con Tiro de Dijon, un caballero hospitalario que lo invita a visitarlo en el Hospital de San Juan en Jerusalén. Tiro lo advierte que no se fie de los Templarios.

En la tienda que tiene Tiberias en las afueras de la muralla de Jaffa cenan con su noble conocido y hablan sobre los Santos Lugares y lo que desean encontrar en ellos. Por suerte, Rodric, uno de los hombres de Tiberias les encuentra pasaje en una pequeña caravana que se dirigirá hacia Jerusalén la noche siguiente. En ella, Al-Muradín (no, no es un árabe enano xD) les ofrece el pasaje gratuíto si protegen a los viajeros y sus pertenencias de los posibles ataques de ladrones del desierto. Así lo tratan y comienzan sus andanzas.

1. La caravana.

Al Muradín
Al-Muradín tiene previsto viajar por la noche y descansar de día en lugares más frescos, mientras el tiempo se lo permita. Así lo hacen hasta que se encuentran con tres árabes perseguidos por unos jinetes, vestidos a la manera de los ladrones del desierto, ante lo cual, nuestros compañeros se ciñen sus celadas y cargan al rescate del infiel. El combate es muy sangriento y alguno de ellos recibe serias heridas, que son curadas gracias a las artes curativas de Al Sulam, un árabe bastante elegante y muy versado en la medicina (y que no le da mal a la cimitarra, cosa que demuestra cuando uno de los perros del desierto se le acerca). Tras este pequeño enfrentamiento, los pjs empiezan a ver que el sistema de combate es bastante letal, y que una buena armadura significa en este juego una gran diferencia entre vivir o morir.

2. Llegada a Jerusalén.

Al cabo de tres días, llegan a Jerusalén, donde se maravillan con el cosmopolitismo de la villa y con la gran cantidad de pueblos y razas que en ella habitan. Como habían hablado en Jaffa,  se dirigen a la casa de Tiberias quien les ofrece hospedaje como sus invitados. De camino, acuerdan pasar por el hospital de San Juan para ser curados de las heridas que les propinaron los ladrones del desierto y allí observan un extraño suceso. Un caballero templario se acerca a la puerta del Hospital, (Donde dos hospitalarios ofrecen comida a los necesitados) y deja caer un hombre herido por multitud de golpes a la puerta. Los hospitalarios y los pjs se apresuran en recoger al enfermo, donde pueden ver que es un anciano de etnia judía. Ni más ni menos que un banquero de prestigio, un judío inglés de gran peso en la comunidad llamado Isaac de York (si, los que hayáis leído Ivanhoe de Sir Walter Scott suponéis bien… es ese!)
Isaac está malherido y no recuerda (o no quiere recordar, y menos en un Hospital cristiano) quienes han sido los que le propinaron la paliza. Aún así, agradece a los pjs y a los monjes su ayuda. 


3. De visitas, milagros y otras hierbas…


Una vez en casa de Tiberias se instalan a sus anchas, aunque éste no se encuentra en casa. Una vez más es Rodric, el siervo de Tiberias, quien les explica que su señor no es sinó el Capitán de la guardia y el ejército de Jerusalén, y que pueden disponer de la casa a su gusto. La casa, situada en la muralla, tras la vieja puerta de San Lázaro, se encuentra muy cerca de lugares muy emblemáticos, cosa que los pjs aprovechan para visitar. Renato de Olmedo escoge ir a ver el bosque de Getsemaní, situado en el Monte de los Olivos, donde Cristo oró la última noche antes de su crucifixión. Una vez allí, cerca de donde se encuentra la tumba de la Virgen María, ve como tanto cristianos y musulmanes se reunen para orar, cada uno a su estilo, pero respetándose unos a otros. Es en el momento de la misa cuando Renato se da cuenta de que se ha hecho de noche y que no queda nadie sinó los dos guardias templarios en la cueva donde está la tumba de Nuestra Señora. Se acerca allí y tras comprobar que están dormidos (o paralizados) ve como la reja de la cueva, antes cerrada a cal y canto, se encuentra abierta. De dentro viene una dorada luz cálida y atrayente que le hace sentirse bien. Nuestro villano amigo entra un poco acojonado en la cueva y, según va bajando las escaleras de piedra la luz lo
Mapa de Jerusalén. Click para agrandar
inunda. Baja la cabeza para cubrirse los ojos cuando para su sorpresa una mano luminosa, surgida de la misma luz, hace que se eleve su vista, como en una invitación a ver y no temer nada de la propia luz.  Renato se maravilla cuando ve una silueta que identifica claramente con la madre de Cristo y, para su sorpresa, ve como lágrima de luz resbala por su rostro perfecto. Renato abre los ojos y nota como un hombre lo tiene agarrado por un brazo mientras le pregunta si está bien. Una vez más, son las seis de la tarde (la hora a la que había empezado la misa a la que asistió). Descolocado y algo aturdido, sale de allí y se dirige en la búsqueda de sus compañeros, sin haber comprendido muy bien que le ha sucedido.

Mientras, el resto del grupo se dirige al Santo Sepulcro para verlo. Una vez allí se encuentran con que hay varias personas esperando para oír misa. Escuchan la misa (Recaredo ayuda al sacerdote que la oficia) cuando ocurre un suceso muy extraño. La tierra tiembla y todos temen que aquello se vaya a derrumbar. Sin embargo, eso no sucede, aunque una lámpara de aceite que ilumina la zona hace gotear su combustible sobre una imagen de un Cristo crucificado, de modo que las gotas parezcan lágrimas. Aunque uno de los pjs (Ramiro de Narváez, un Almogavar), ve este hecho, no advierte de ello claramente a sus compañeros y pronto el Padre Recaredo como otros gritan ¡Milagro!.
Rodrigo de Zúñiga se dirige hacia la cruz, toca su base con la mano y luego se presigna. Aunque muchos de los presentes lo miran extrañados, pronto hay algún otro que se acerca y lo imita, haciéndolo todos al fín. ¿Quién sabe si no será este el principio de tradiciones como el del Santo dos Croques? xD

Al cabo de un rato, aparecen varios templarios que han escuchado lo del milagro en el Santo Sepulcro y se acuestan a orar (aquí tododiox ora tirado en el suelo con los brazos en cruz), excepto Guy de Lusignan, que ora de rodillas y con un extraño rictus en la cara, como el del que hace algo a desgana…




4. Algo huele a podrido en…¿Jerusalén?

Una vez de vuelta a la casa de Tiberias, son llamados por éste, que acaba de volver de viaje y desea ver a sus amigos.
Una vez ante él, Tiberias les explica que la situación en Jerusalén es extremadamente grave. Los Templarios, faltos de una batalla contra los sarracenos desde hace un par de años, se están radicalizando. Cada vez es más fácil escuchar por las calles cosas como que "los Judíos mataron a Nuestro Señor y deberían pagarlo", y Tiberias, como encargado de la guardia teme que esto lleve a enfrentamientos, problemas y, tal vez, incluso a disensiones entre el bando cristiano, cosa que podría degenerar en una guerra civil, algo terrorífico dadas las pocas fuerzas de las que depende el dominio cristiano de los Santos Lugares. No todos los templarios están a favor de este pensamiento pero muchos no se atreven a contravenir a aquellos más violentos, por miedo a ser tachados de cobardes, herejes o traidores. El Papa Urbano IV ha sido claro con el objetivo de la Guerra Santa, tras los horribles acontecimientos en el Rin* y en otros tantos lugares: Los enemigos de la Cruz son aquellos que alcen las armas contra los cristianos y no todos aquellos que no tengan el mismo credo que ellos, como se entendió al princípio, tras el Concílio de Clermont.
Tiberias llega al trato con los pjs de que vigilen la Judería durante unas noches, hasta que los sucesos se calmen un poco. Los muy petardos, accedieron pero ni hablaron de pagas, oro, benefícios o algo de eso… Y es que cuando hay fé, esperanza y caridad no faltan xDD


*Partiendo a comienzos del verano de 1096, un ejército alemán compuesto por unos 10.000 cruzados y dirigido por los nobles Gottschalk, Volkmar, y Emicho se dirigió hacia el norte, siguiendo el Rin, en dirección opuesta a Jerusalén, para comenzar una serie de pogromos que algunos historiadores han llegado a llamar "el primer holocausto" (Fuente: Wikipedia)

5. A ostias en la judería.

Esa misma noche, mientras patrullan por la judería, son invitados por Rebeca, la hija de Isaac de York a té. Los judíos están recogiendo los tenderetes de las tiendas y se preparan para retirarse mientras anochece. Los pjs acompañan a Rebeca de York a su casa cuando sienten gritos y golpes en la calle que acaban de dejar. Vuelven hacia allí cuando ven que cuatro guerreros no identificados (con celadas y armaduras de cuero, así con espadas de mano y escudos heraldos cubiertos por telas y pinturas) están atacando a los pobres habitantes de la judería que huyen despavoridos mientras ven como algunos de los suyos son muertos por las hojas de los asesinos que tanto hienden carne como destrozan telas y maderas de los puestos comerciales. Los pjs saltan prestos a la batalla, mientras observan que en el otro lado de la calle, lejos del tumulto, un guerrero no identificado observa con la espada en la mano (vistiendo cota de malla, o sea, que es un Señor) acompañado de un extraño hombre encapuchado con una túnica blanca y 2 cimitarras a la espalda.
Isaac y Rebeca de York
La batalla se tuerce bastante para nuestros amigos que, aunque avezados al combate, son más pródigos en pífias que en aciertos y ven como las ostias llueven de babor y estribor, y aunque consiguen a la postre vencer a los enemigos, no pueden hacer nada sinó ver horrorizados como Rodrigo de Zúñiga (Pepe) muere terriblemente ante los golpes de un teutón que grita: Por San Juan y San Jorge! Más tarde, este asesino recibirá su merecido, de los compañeros del caído, que saldrán con (mas o menos) buen pie del encuentro. Mención honorífica a la torpeza es la del caballero Jao Henriques de Évora, caballero de la orden de Avis (Portugal), que realizó no una sino dos pifias en todo el combate y no consiguió asestar más que un mandoble al enemigo tras unos siete u ocho intentos…
Ramiro de Narváez recibe un puñal en una pierna, lanzado por el extraño encapuchado de las dos cimitarras, que desaparece como tragado por las sombras de un callejón cercano, cuando ve que sus asesinos (puesto que no merecen otro nombre) caen bajo los certeros golpes pejotiles. Ese puñal, de hoja semicurva y con una bella empuñadura de hueso finamente tallada…traerá cola.

Un Hospitalario
Rodrigo de Zúñiga es llevado medio muerto a casa de Isaac, donde Rebeca intenta usar todas sus dotes… (ejem…casi todas) para sanar al pobre Rodri XD, cosa que no conseguirá. Ni siquiera el bueno de Tiro de Dijon (el caballero Hospitalario) podrá hacer otra cosa que estabilizar al muerto…digo..al herido.
Pasan dos semanas y Rodrigo no acaba de mejorar. Durante ese tiempo, se sana a 2 de los asesinos de la Judería y se descubre que ambos son Templarios. Aunque les ofrecen amnistía si delatan a quien los mandó se niegan en rotundo a hablar. El propio Guy de Lusignan los tacha de traidores y los golpea con su bastón de mando.
Al cabo de unos días, ambos asesinos penden de sendas sogas para instrucción del populacho.
…Y mientras, Rodrigo de Zúñiga se va muriendo. Y se dice que no hay nadie en toda la cristiandad que pudiera curarlo.

<Continuará>