jueves, 5 de diciembre de 2013

La maldición.

Sí, sin lugar a dudas había reaccionado, la tinta, mezcla  milenaria de jugos y sustancias se extendía ahora por el brazo y el hombro de la criaturita. Sería un poderoso  Suitai, siempre claro, que recibiera el adiestramiento apropiado, pero mirando de soslayo a sus progenitores, Elmmander lo dudaba. Se incorporó y se dirigió a ellos.

- Tengo que dejar pasar unos momentos, si no tienen ningún inconveniente pues, le tatuaré.

Lo que en el continente se consideraba un mal augurio, una maldición, aquí, en esta inhóspita, fría y remota tierra podía ser la sutil diferencia entre vivir o morir, se dijo. Se encaminó a la puerta a tomar un poco el aire mientras dejaba actuar al preciado mejunge. Dirigió sus ojos hacia el noreste y pensó, no estoy lejos de "casa" y, ya que no tengo más visitas... Serán pocas jornadas y así podré proveerme.

Estaba decidido, se giró y entro de nuevo en la vivienda, se acercó al lecho y le susurro algo al niño al oído, que lo miraba entre curioso y sorprendido, y pareció quedar totalmente relajado.

Removió entre sus cosas y alcanzó una pequeño frasco, el poco "sheik" que le quedaba sería suficiente para este tatuaje, quizá para uno más. Tomó en su zurda la favorita de entre sus agujas y buscó el definitivo consentimiento de sus padres. Éstos se miraron tiernamente y al unísono asintieron con un leve movimiento de cabezas.

Elmmander procedió.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Frío extremo.

La partida de caza había salido hacía dos días, nunca antes habían ido tan al Norte a estas alturas del año, no es bueno quedarse en una tierra que alcanza los -50º durante casi 45 días al año, pero hostigados como estaban siendo por las tropas de Lord Fenworth, Señor de la Casa de Piedra, a la tribu no le quedó más remedio que huir hacia esa inhóspita región. Perdida su fuente de alimento, de vida, de sustento principal, perdida su manada de caballos y la mayor parte de sus jóvenes masacrados en desigual batalla, el helado Norte era su última vía de escape.

Los seis caminaban juntos, observando con atención el blanco paisaje que les rodeaba, acababan de ascender una loma y se adentraban entre un mar de peñascos, a poca distancia de otra montaña. Hasta ahora no habían tenido mucha suerte, apenas si habían capturado un par de pequeños roedores, lo suficiente para mantenerse ellos con vida. Llevaban rato caminando y Zahira que iba en cabeza alzando la mano dio la orden de detenerse, sus hermanos Rasenda y Ashmir se acercaron y al llegar a su altura el primero inquirió:

- ¿Qué sucede "Za"? - Como cariñosamente le llamaba - ¿Por qué nos detenemos?
- He sentido algo...
- ¿Quizá un trozo de hielo en tu bota? - se burló Ashmir.- Joder, en este puto lugar el maldito frío no te deja sentir otra cosa.

Zahira ni se molestó en mirarle, su hermano pequeño llevaba gruñendo desde que partieron así que era mejor no tener en cuenta sus palabras; pero el cosquilleo estaba ahí, algo no iba bien.

- ¡Ágadir! ¡Mälmo!, adelantaos un poco a ver si encontráis un lugar donde pasar la noche - Ordenó Zahira.

Aún seguía ensimismada en sus pensamientos cuando oyó el silbido de alarma de Ágadir en la distancia, los habían perdido de vista hace nada, se decía. Los cuatro iniciaron una desesperada carrera sobre la nieve hasta la roca por la que habían desaparecido de su vista, pero antes aún de alcanzar aquel punto ya les llegó el rugido ensordecedor de lo que parecía una gran bestia... Al doblar la roca se dieron de bruces con una escena dantesca. Sólo una pendiente de unos veinte metros les separaba de un colosal espécimen de oso de las nieves de tres metros y medio de altura; enfurecido agitaba en sus fauces lo que parecía ser el cuerpo sin vida del desgraciado Mälmo, Ágadir yacía a escasos metros sangrando profusamente por una herida abierta en la pierna izquierda, con la cara desencajada por el terror.

Ashmir y Rasenda se miraron, como buscándose mutuamente para desearse suerte y, sin dudarlo un instante más, armados con sus lanzas se abalanzaron sobre la furibunda bestia, Ethelmir cogió su arco y lo cargó, mientras Zahira se quedaba petrificada. Mil y una veces había cazado con estos hombres, mil y una veces había sabido lo que hacer, pero en esta ocasión el miedo natural que la invadía para luego dominar y convertirlo en valentía, se había tornado en pánico.

El plantígrado no se amilanó ante sus dos nuevos adversarios a los que encaró bramando con desaforada violencia y, a los que mantuvo a raya a base de poderosos zarpazos, hasta que sintió una punzada en el costado, Ethelmir había hecho blanco, su última diana. En lo que se tarda en coger aire, el animal salvó la distancia que lo separaba del arquero y se echó sobre él, hundiendo sus fauces en un pecho que destrozó segando la vida de aquel afamado cazador, sin ni siquiera permitirle un último alarido.

Zahira se encontraba ahora a escasos metros del monstruo y, parecía ser la siguiente. No tuvo tiempo apenas de reaccionar, el suficiente para interponer entre su cuerpo y la zarpa de su atacante el pequeño escudo de cuero que portaba. El impacto la tiró hacia atrás y rodó por la nevada pendiente hasta que se detuvo boca abajo, su brazo izquierdo sangraba abundantemente, de su escudo no quedaba ni el menor rastro; alargó su mano derecha para arrastrarse, para alejarse de una muerte segura, pero no tenía fuerzas. Algo le estalló en la punta de sus dedos, había tocado algo oculto bajo la nieve, un dolor lacerante le recorrió de punta a punta su cuerpo, pero se aferró a aquello, ya sentía el fétido aliento de la bestia resoplando en su nuca, no tendría más oportunidades. Se giró veloz y cuando ya sentía las fauces hundiéndose en su carne apuñaló el cuello del animal, una y otra vez con aquel objeto que le ardía en la mano.

Cuando sus hermanos llegaron en su auxilio todo había terminado. Zahira yacía aún en el suelo, jadeando por el esfuerzo, asiendo en su mano derecha lo que parecía ser... Un dorado hueso.  

martes, 3 de diciembre de 2013

Alta traición.

No empezaba como tenía previsto aquella fría mañana de finales de otoño, lo que parecía ser una simple jornada de espera, de repente, se había convertido en todo un inmenso movimiento de tropas con el fin de tomar aquella maldita elevación.

Sensa Tördenth había recibido la orden de levantar temprano a sus hombres y avanzar hacia el enemigo con las primeras luces del alba. "Un sin sentido" pensaba para sus adentros, los refuerzos estaban a dos días, siendo ya superiores en número lo único que les privaba de una victoria segura era la simple situación táctica de su enemigo, que por lo alto de su posición les había tomado ventaja. Nada que no se pudiera solventar esperando pacientemente las tropas venidas del Este, con lo que triplicarían a su adversario.

No, aquello no podía salir bien, se seguía diciendo, sería una carnicería. Ya sólo para llegar a chocar con el frente de las tropas rivales tendrían que soportar una inmensa lluvia de proyectiles de todo tipo, flechas, jabalinas, piedras,... Las bajas serían innumerables, para luego enfrentarse no a una "Miserable banda de campesinos armados con palos" si no a un ejercito formado y adiestrado en el "noble" arte de la guerra. Bércingar, jefe del clan de los Grandes Bosques había reunido a todas sus huestes para detener nuestro avance en aquel punto, flanqueado por densos bosques donde nuestra caballería era inútil y, con un frente relativamente estrecho. No, no eran tan "bárbaros con el sentido táctico de un cerdo".

A sus 55 años se empezaba a sentir mayor para estas cosas, durante más de 20 había ocupado siempre el mismo lugar en la formación, en primera fila, el último a la derecha, el flanco más débil donde sólo los más diestros sobreviven. Desde allí avanzó con sus hombres, en perfecta formación hasta estar al alcance de los proyectiles enemigos, en ese punto y hasta arriba sobrevino el infierno, gritos, sangre, sudor, orines,... Cubriéndose con el escudo avanzó todo lo rápido que su pesado equipo, el blando terreno, la pendiente y el miedo le permitían. Cuando llegó a lo alto, jadeante, exhausto y una vez sobrepasadas las sorprendidas primeras filas de arqueros e infantería ligera, miró a su alrededor y a voz en grito formó a su tropa, no en mucho mejor estado que él, pero dispuestos para entablar duro combate.

El choque de fuerzas fue brutal, intenso, dramático, pero poco a poco, hombre a hombre fueron diezmando a sus adversarios hasta que finalmente y en un breve espacio de tiempo el frente rival cedió por el centro. "Demasiado fácil" se dijo, a una orden suya su segundo en la línea le sustituyó en el combate, necesitaba observar que estaba sucediendo, se fijó en que la profundidad de las líneas rivales no iba más allá de 5 hombres, eso presentaba un frente débil susceptible de ser derrotado de manera sencilla pero "¿Por qué?", un mal presentimiento recorrió su cuerpo. Necesitaba más visión y retrocedió un poco, vio un montón de cadáveres a unos metros y los usó de atalaya desde donde otear. Todo cobró sentido entonces, su formación se estaba combando por el centro penetrando en las filas enemigas que ahora se abrían, para acometer un nuevo choque de fuerzas, pero esta vez contra la fresca y descansada infantería pesada de Bércingar; y por las alas, nuevas tropas surgían al amparo de los bosques. La situación se tornó clara en su mente y ordenó replegarse, aquella mañana no tomarían aquel enclave, no sacrificaría a sus hombres en vano, ni perdería la ventaja numérica que impediría a su rival salir a campo abierto a perseguirles y aniquilarles.

Finalmente, al atardecer, con el último de sus hombres llegaba al campamento. No tuvo tiempo de pasar revista a sus soldados, la guardia personal de su Señor lo escoltó a su presencia sin apenas tomar resuello. Herido, ensangrentado se personaba ante él, 30 años más joven y recién nombrado por su padre líder de esta campaña.

Esa mañana eran hallados en su tienda los cuerpos sin vida del joven Señor, heredero de la Casa de Madera de Stikgar y, cuatro de sus guardias personales, con evidentes signos de violencia. De Sensa Tördenth nada se sabe desde entonces.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Pueblo: El Hogar de los Valientes



“Sabe, oh príncipe , que entre los años de la Caída de la Serpiente cuando los océanos anegaron America y las relucientes ciudades , y el auge de los Hijos del Espacio, hubo una época soñada, donde las naciones se consumían poco a poco pero aun brillaban a través del mundo envenenado como estrellas moribundas - California y Texas cada una reclamando la bandera de Occidente. Y entre ellos surgieron grandes heroes que con fuertes pisadas lucharon contra los muchos Hijos de la Serpiente que moraban en las llamadas Tierras Envenenadas. "

Las Cronicas Hispanas


10 de Abril de 1950. Pueblo, Colorado (5 años después de la Caída de la Serpiente)  

La tarde empezaba a oscurecer y The Conner Inn, un edificio de dos pisos que funciona como salón y posada dentro de la empalizada que rodea la ciudad, empezaba a llenarse de gente deseosa de tomar una cerveza o cenar algo después de un duro día de trabajo. El lugar era amplio con unas grandes mesas redondas donde se jugaban partidas de poker, un reservado a un lado y al otro un pequeño escenario ocupada por un cantante que rasgueaba su guitarra y cantaba canciones country que recordaban tiempos mejores. El ambiente era sosegado y las “camareras” del lugar se acercan a los clientes por si alguno estuviera interesado en subir a las habitaciones del piso de arriba. Pero unos gritos burlones provenientes de una de las partidas de poker rompieron la tranquilidad y todas las miradas de los clientes se volvieron hacia allí. Y lo que vieron fue una mesa donde dos tipos con aspecto de pistoleros jugaban al poker y a la vez insultaban a otro de los jugadores, por su vestimenta un campesino pobre, y hacían comentarios acerca de su mujercita enferma sin que este respondiera a los improperios. Pero este tipo de hechos debía de ser normal ya que los habituales del lugar ignoraron la situación y volvieron a sus conversaciones. En ese momento dos hombres se acercaron a la mesa dispestos a averiguar lo que sucedía.

Forasteros, se escucho susurrar a los lugareños. Y ambos hombres lo parecían, uno de ellos, bien afeitado y peinado, vestía un poncho que tapaba una camisa y unos pantalones de color caqui que le daban porte militar, mientras el otro era todo lo contrario ya que sus ropas estaban muy gastadas y su aspecto, aunque de pinta peligrosa, era bastante desaliñado. Aunque no parecían conocerse bastaron un par de palabras del tipo de aspecto militar y la sola presencia del otro para que los comentarios despectivos de los matones cesaran, y no solo eso sino que uno de ellos abandono la partida cogiendo a una de las prostitutas por el brazo y llevándosela casi a rastras al piso de arriba. Después los dos forasteros se sentaron en la mesa y tras presentarse, Buck  el de aspecto de militar y Carter el otro, se pusieron a jugar al poker junto a Brade, el campesino,   un matón y un par de jugadores mas que se encontraban en la mesa.

Brade Smith buena persona pero algo lerdo

Un par de manos después y cuando parecía que la situación se había calmado se escucharon unos fuertes ruidos provenientes del piso de arriba, un chillido de una mujer y un portazo y a continuación la prostituta que había subido con el pistolero apareció en las escaleras totalmente desnuda, sangrando por un corte en un brazo y con cara de pánico y tras ella el hombre blandiendo un cuchillo y con cara de furia. Viendo esto Buck y Carter se levantaron y desenfundaron sus revólveres ante lo cual el otro pistolero que estaba junto a ellos levanto la mesa, esparciendo todas las fichas y cartas por el suelo en el proceso, intentando golpearlos con ella y desviar los posibles disparos. Pero con gran agilidad ambos esquivaron ese burdo ataque y mientras Carter lo derribaba de un tiro, Buck grito una advertencia al otro pistolero y al ver que este lo ignoraba y se disponia a clavar el cuchillo en el cuerpo de la indefensa muchacha, que había tropezado y caído al suelo, le voló la cabeza de un certero disparo.

A la derecha el Sheriff Carl L. Shitter
Tan repentino fue el tiroteo que termino antes incluso de que a los presentes les diera tiempo a tumbarse en el suelo y en unas rápidas zancadas Buck subió a por las escaleras para ayudar a la joven herida, a la cual aparto del cadáver del pistolero y acompaño a la habitación de la que había salido para taparla con una manta. La prostituta claramente alterada no dejaba de murmurar – Era de su banda y lo has matado. Palmer no nos perdonara – y a pesar de los intentos por calmarla no paraba de pronunciar esa letanía. En ese momento en el Saloon entro el Sheriff de Pueblo, Carl L. Sitter, un joven ex-marine y mano derecha del alcalde Crawford, acompañado por dos de sus ayudantes y tras observar la situación y averiguar que diablos había pasado allí procedió a pedir un sanitario para el pistolero herido y a detener a Carter y a Buck, que no opusieron resistencia, para llevarlos al calabozo y que pasaran allí la noche hasta que el día siguiente el juez pudiera ver el caso y hablar con los dos acusados.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Partida Conan Sesión II

"Sabe, Oh príncipe, que en los tiempos que mediaron entre el hundimiento de la Atlántida y el alzamiento de los hijos de Arias, hubo una época no soñada de bikinis de cota de malla y tangas de cuero que protegían como hauberks completos. Maravillosos reinos se extendían como un manto sobre la tierra...Aquilonia, con sus civilizados hiborios, pero con una sociedad llena de hijos de puta, Nemedia, tambien civilizada, pero con más hijos de puta todavía, Brythunia, que por no tener, no tenía ni ciudades en su mapa, aunque abundaba en hijos de puta y por supuesto...Hyperbórea, gobernada por hijos de puta y repleta de los mismos....Aquí llegaron los pjs, con sus Ventajas de ataques dobles e Iniciativas rápidas para patear culos y apuntar nombres, eso si, con sus pies calzados con sandalias"
Las Crónicas Nemierdas

Tras llegar a Hevelik, los pjs se apresuran en encontrar un lugar donde dormir en la posada de "El Hacha y el Escudo", regida por el vanir Vanulf y sus hijos y frecuentada por los pocos habitantes de la aldea: Ganzalo da Prada, un Zingario con aspecto de borracho y pendenciero...(que novedad!!!), Claudia, una Turania más fea que pegarle a un padre cimmerio con un calcetín sucio e hyperbóreo, Éfero, un cachas hombre de Gunderland, que cuida de los caballos (y sirve de protector de la aldea) y Calates, un anciano sacerdote de Mitra. 

En la aldea no queda más gente y realmente no habría donde alojarla si quedase más, ya que además de la posada solamente hay 2 edificios en pie, la caso de Ganzalo y la de Calates. 

Mientras los pjs andan por allí (intentando ver donde robar), Ganzalo da Prada aparece en la posada, sangrando por un costado diciendo que ha sido atacado por una bestia. 
Tras hablar todos un rato, Vanulf comenta que esa bestia ya les dio problemas el año pasado y que incluso pagaron a unos aventureros nemedios para que la mataran...El trabajo se hizo y el dinero cambió de manos, pero por lo que parece la bestia no murió...Entonces, los pjs, tan buenos como siempre, negocian con los lugareños el acabar con el bicho por algo de dinero. Se llega a un acuerdo (100 leones aquilonios) y se plantean salir al día siguiente, al amanecer en busca de su presa.

Esa misma noche, mientras el valeroso (ejem) Shaman hirkanio hace la primera guardia y los demás duermen, se escuchan unos ruidos en el exterior de la posada, e incluso se llega a escuchar que la bestia afila sus garras contra el muro de fuera, llegando a golpear una de las ventanas, cerradas a cal y canto, de la posada. 
Tras esto, el Shamán da la alarma y salen todos en busca de la bestia, que ya no se encuentra allí, aunque parece que se ha dejado una de sus garras clavadas en la ventana... Una garra bastante grande que alguno de los pjs, emocionado llega a exclamar que debe ser de velociraptor...



Al día siguiente, y nada más rayar el día, el aventurero grupo (suena como la "romana patrulla") parte en busca del monstruo siguiendo las pocas huellas que quedan. Éstas les llevan hasta una zona de bosque de pinos donde las huellas se pierden entre las agujas caídas...Caídas, como la que sufren los dos Hirkanios del grupo, que dan con sus huesos en un agujero en el suelo de cuatro metros de profundidad que se abre inesperadamente bajo sus pies. En ese mismo momento, los compañeros que quedan arriba se ven atacados por un gran número de hombres completamente blancos con cascos y taparrabos de cuero negro que portan mazas. Al mismo tiempo, una lluvia de dardos impregnados de veneno del loto amarillo hace que poco a poco, los pjs  (la verdad es que aguantasteis mucho, tíos) vayan cayendo inconscientes. 


Sólo Fer el Cimmerio quedó en pie!


¿Qué pasará el próximo día? Solo Crom lo sabe... Ah, y yo tambien!

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Más allá de la puerta de los Cráneos. Savage Worlds



El aire olía a sangre esa mañana. Rorik desayunaba un pedazo de carne de zorro cocinada en el fuego de su improvisado campamento la noche anterior. Su sabor era bastante desagradable aunque su calor hacía que sus jóvenes (y vacías) tripas se alegrasen esa lluviosa mañana de otoño. 
Al cabo de un rato vio a una silueta en el camino de Brithunia. Su grácil andar y sus ropajes revelaban que era una mujer, aunque su postura, más acostumbrada a las cubiertas de los ensangrentados barcos del Vilayet que a los caminos de tierra, hacía que sus dos cimitarras se balanceasen de lado a lado haciendo bastante ruído. Definitivamente, una mujer que no tenía miedo de que supiesen que estaba allí.
Rorik la observó como le había enseñado su padre, hace ya algunos años en  el clan Halcón de Nieve, en la no muy lejana Cimmeria. - Observa (recordó por un momento) en el tiempo en que vuela una flecha, en un solo golpe y sin perder el tiempo. Tal vez los eruditos de Numalia o los Sacerdotes de Mitra tengan tiempo de ver las cosas mucho más tiempo...Pero nosotros sabemos que en cualquier momento, Crom, puede reclamarnos a su montaña.- 
  Aunque acercó su espada, no hizo demasiado caso a la desconocida que se acercaba por el camino y continuó royendo el duro y malsano pedazo de zorro chamuscado.



Al cabo de un rato, Ataris de Shangara ,(pues así se llamaba la pirata) llegó al pequeño campamento de Rorik, hijo de Tiwyll y comenzaron a hablar un pequeño momento. El tiempo no les daría ningún momento para conocerse mejor, más allá de que ninguno tenía intención de hacer daño al otro, ya que al cabo de unos minutos unos gritos en el viento traerían el ruido del acero y el ya cercano olor de la sangre.

En lo alto de una colina herbosa apareció una figura envuelta en pieles y pesadas armaduras, que aunque iba muy cargada con malla y varias armas, corría, haciendo que el su pelo rojo color sangre ondeara en el viento de la mañana. Una vanir-pensó rápidamente Rorik- Tras ella, a cierta distancia, dos grandes perros negros vestidos con armadura corrían tras la que se convertiría en su tal vez primera víctima del día si no hacían nada.
Rorik y Ataris desenvainaron sus armas al unísono y se encaminaron hacia los  caninos perseguidores. -Es muy temprano para ser desayuno de perros-gruñó Rorik
-Si no la ayudamos, tal vez seamos nosotros el segundo plato- bromeó Ataris, girando una de sus cimitarras con la mano derecha.

Tras el rápido combate y con los dos perros muertos en el suelo, los tres observaron a un pequeño grupo de hombres guiados por un jinete que blandía un gigantesco martillo de guerra, observándolos desde la parte superior de la colina. Ataris, Rorik y Holda (pues así se llamaba la Vanir) se preparaban en posición de combate para un nuevo encuentro cuando el pequeño grupo de esclavistas dió media vuelta y abandonó la persecución.

Esclavistas Vanires


Las presentaciones se sucedieron tras los hoscos agradecimientos de la vanir, aunque el destino no daría demasiada oportunidad de relajo a los recién encontrados compañeros. Una pequeña caravana, precedida por soldados vestidos con ajadas armaduras aquilonias y comandada por Tracio, un aguerrido jinete con un solo ojo,  les ofrecería trabajo y compañía hasta el pequeño asentamiento minero de Hevelik, hacia donde se dirigían.