Una fría mañana del mes de Noviembre del 2008, llegó una carta al buzón. Por el membrete se podía saber que era cosa de la Xunta de Galicia, para que me la enviaban, es algo que sabría solo tras abrirla. Tras la fecha, saludos iniciales y demás parafernalia burocrática aparecía el auténtico significado de la misiva: Era una citación. Había sido citado en el Polideportivo de A Malata, en Ferrol dos dias despues de la llegada de la carta certificada, a las 10 de la mañana.
Allí llegué, y por lo que vi en el lugar, no había sido el único en ser citado allí. Cientos de personas de variado aspecto se encontraban haciendo cola ante un montón de autobuses. Una joven vestida con traje de chaqueta y una placa identificativa como colaboradora del Proxecto Alborada se me acercó y, tras preguntar mi nombre, me indicó cual era la cola en la que tenía que esperar. Cual sería mi sorpresa al ver que antes de subir al autobús, una mochila con mi nombre me era entregada, en la que había un chandal azul con placa identificativa, botas, y demás objetos personales…
Entramos en el autobús en el que nadie sabía a ciencia cierta que era lo que íbamos a hacer ni a donde nos iba a llevar. Una de estas chicas trajeadas nos explicó que todo sería puesto en claro a su debido tiempo, que no nos preocupásemos.
Al cabo de un rato, y tras estar los autobuses completos, arrancamos para un breve viaje hasta la estación naval de la Graña. Allí, tras cambiarnos y ponernos los uniformes nos reunieron por autobuses frente a las puertas de un gran edifício.
El hombre al mando, un político o cargo de la Xunta de alto standing nos explicó en que se basaba el Proxecto Alborada. Habíamos sido elegidos por nuestra preeminencia en ciertos campos ( Deportistas, políticos, científicos, militares, etc…) para probar una nueva fórmula química inócua que se basaba en la alimentación mitocondrial. Así, fuimos puestos en fila una vez mas, y ante nuestros asombrados ojos vimos como el suelo del edifício se corría hacia un lado, dejando ver una gran plancha de acero que al poco tiempo veríamos que no era sinó un ascensor gigantesco en el que podría bajar hasta un autobús entero. En orden fuimos bajando y entrando donde nos fueron indicando, escoltados por unos hombres vestidos con trajes estancos (parecidos a los que llevaban los que cogiero a E.T.).
Cuando nos tocó el turno, llegamos al segundo piso, el que nos había tocado a la gente de nuestro autobús y fuimos pasando en pequeños grupos de 4 o 5 personas.
La prueba sería sencilla, solo tendríamos que acostarnos (tal vez acostarnos no sería el mejor término para describirlo, ya que estaríamos casi de pie) en unas extrañas cápsulas que bombardearían las mitocondrias con ciertas hondas beneficiosas para su mejora. Según íbamos entrando en las cápsulas, uno de estos “hombres de blanco” nos pinchaba en el brazo con una pistola inyectora como seguridad (según decían)…
Al cabo de pocos segundos, la cápsula comenzó a cerrarse…Y nos quedamos dormidos.
<Continuará>
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